El esposo de la representante Peltola muere en un accidente aéreo

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Los republicanos en la Legislatura de Wisconsin, dominada por el Partido Republicano, están haciendo todo lo posible para evitar que la nueva Corte Suprema de su estado, de mayoría liberal, escuche dos casos de redistribución de distritos que llegaron a la corte poco después de que la jueza Janet Protasevich tomara juramento este año.

Este movimiento ha sido ampliamente interpretado como un intento de proteger los mapas electorales actuales, que han sido fuertemente criticados por favorecer desproporcionadamente al Partido Republicano a pesar del equilibrio partidario del electorado de Wisconsin. La redistribución de distritos ha sido un tema recurrente de debate legal y político en todo Estados Unidos, y en estados clave como Wisconsin, donde las mayorías legislativas no siempre reflejan el voto popular, estas disputas se han vuelto centrales para el futuro de la democracia representativa. La llegada de una mayoría progresista a la Corte Suprema estatal ha encendido alarmas en el bloque conservador, que teme que la revisión judicial de los mapas pueda alterar su hegemonía legislativa.

Cualquier muerte prematura es trágica. Sin embargo, es difícil exagerar la cantidad de políticos de Alaska y sus esposas que han muerto en accidentes aéreos.

La historia política de Alaska está marcada por una sucesión dolorosa de tragedias aéreas que han afectado a figuras públicas, sus familias y sus equipos. Lo que podría parecer una coincidencia estadística aislada es, en realidad, una muestra clara de los desafíos logísticos y geográficos que impone este estado remoto y montañoso del extremo noroeste del país. Volar en Alaska no es una elección de lujo o conveniencia: en muchos casos, es la única forma práctica de conectar comunidades alejadas entre sí por cientos de kilómetros sin carreteras pavimentadas ni alternativas de transporte terrestre o marítimo viables durante todo el año.

Esto es solo una ventana particular a los peligros del transporte aéreo en el estado. Peltola fue elegido después de la muerte del representante Don Young (R), que llevaba mucho tiempo en el cargo. Young fue elegido después de que su predecesor, el representante Nick Begich (D), muriera en un accidente aéreo en 1972. El entonces líder de la mayoría de la Cámara de Representantes, Hale Boggs, también murió en ese accidente. De hecho, aunque el «accidente» es básicamente seguro, ni el avión ni ninguno de sus cuatro pasajeros fueron encontrados, incluso después de una de las búsquedas más grandes en la historia de los EE. UU.

Este trágico episodio se convirtió en una especie de mito moderno en Alaska. El accidente de 1972, que involucró a Begich y Boggs, dio lugar a una operación de búsqueda aérea sin precedentes, con cientos de vuelos militares y civiles recorriendo el desolado paisaje del estado. Sin embargo, a pesar del despliegue masivo, nunca se encontraron restos del avión ni de los ocupantes. Este misterio irresuelto simboliza las dificultades extremas de navegación aérea en Alaska, donde el clima, el terreno y la falta de cobertura técnica hacen que muchos vuelos sean literalmente invisibles una vez perdidos del radar.

El ex senador Ted Stevens murió en un accidente aéreo en 2010. Este no fue su primer accidente aéreo. Sobrevivió a otro accidente aéreo en 1978 en el que murió su esposa.

La figura de Stevens, una de las más influyentes en la política de Alaska durante décadas, también ilustra la peligrosa relación que los líderes estatales tienen con los cielos de su tierra. En su primer accidente aéreo, logró sobrevivir pese a heridas graves, mientras su esposa falleció en el impacto. En 2010, sin embargo, su suerte se acabó. Las condiciones del terreno, la neblina espesa y la falta de equipamiento avanzado en muchas aeronaves de pequeño porte continúan siendo factores de alto riesgo.

Como señalé anteriormente, esto no es solo mala suerte para la clase política. Volar en avioneta en Alaska es más peligroso que en el resto de Estados Unidos. Un estudio de ProPublica de 2021 descubrió que el 42% de las muertes del país atribuibles a avionetas comerciales se produjeron en Alaska.

Este dato es especialmente alarmante si se considera que la población de Alaska representa apenas el 0,2% de la población total de Estados Unidos. La desproporción revela la dependencia casi exclusiva del transporte aéreo como solución logística, así como la fragilidad del sistema de regulación y supervisión en este entorno extremo. Mientras que en otros estados los vuelos comerciales ocurren principalmente en aeropuertos bien equipados y controlados, en Alaska muchos despegues y aterrizajes se realizan en pistas improvisadas, en condiciones climáticas extremas y con aviones operados por compañías de tamaño reducido, a menudo con recursos limitados.

Hay una serie de razones superpuestas por las que hay tantas muertes aéreas en Alaska. El país es montañoso. El clima es peligroso e impredecible. El estado es tan grande que hay muchas menos estaciones meteorológicas en relación con el mundo. Por lo tanto, los pilotos pueden encontrarse con un clima peligroso con poca o ninguna advertencia.

La geografía del estado, salpicada de cadenas montañosas, glaciares y bosques densos, complica significativamente las rutas aéreas. A esto se suma un clima que cambia de forma drástica en cuestión de minutos, con fuertes ráfagas de viento, niebla repentina y nevadas incluso fuera de temporada. Además, la infraestructura de apoyo —como torres de control, radares, estaciones meteorológicas y personal técnico— es escasa o inexistente en grandes extensiones del territorio. Esto hace que los pilotos deban confiar más en su experiencia e intuición que en la tecnología disponible, lo que eleva considerablemente el riesgo de error humano y accidentes.

Además de todo esto, muchos viajes que de otro modo se podrían hacer en coche en el resto del país se hacen en avión porque no hay carreteras o las distancias hacen que cualquier otra cosa que no sea el transporte aéreo sea poco práctico. La mayoría de los pilotos principiantes en Estados Unidos vuelan como pasatiempo o por diversión.

En contraste, en Alaska, volar no es solo una actividad recreativa, sino una necesidad diaria para miles de personas. En lugar de vehículos personales o transporte público, muchas comunidades dependen de avionetas para recibir suministros médicos, alimentos, correo, combustible e incluso atención médica. En algunas regiones, los vuelos escolares son comunes para niños que deben asistir a instituciones situadas a kilómetros de sus hogares. La aviación en Alaska no es un lujo: es una parte funcional y fundamental del sistema social.

Pero muchas personas en Alaska viajan en avión porque quieren llegar a lugares a los que solo se puede llegar por aire. No he podido encontrar detalles sobre dónde volaba Eugene Peltola ni por qué. Sin embargo, las circunstancias de su muerte sugieren que este podría haber sido el caso. No son los propios políticos los que vuelan sus aviones. Pero, por definición, tienen que acudir a los votantes como parte de su trabajo y campaña, y esto requiere muchos vuelos a aldeas y poblados aislados repartidos por una enorme extensión de tierra.

El caso de Eugene Peltola, esposo de la representante Mary Peltola, es un ejemplo más de los peligros silenciosos que enfrentan quienes trabajan en la vida pública en Alaska. Peltola, ex funcionario del gobierno tribal y administrador federal, tenía una carrera activa en la política nativa y el servicio público. Su fallecimiento conmocionó al estado y subrayó nuevamente la fragilidad de depender del transporte aéreo en condiciones tan severas. Muchos de estos vuelos se realizan sin copilotos, con poca visibilidad y sobre paisajes que dificultan cualquier rescate oportuno en caso de emergencia.

En otras palabras, hay muchas razones por las que volar en Alaska es más peligroso que en el resto del país. La proporción de muertes por aviación a nivel nacional que se producen en Alaska ha aumentado drásticamente en los últimos 20 años, según un estudio de ProPublica. Pero la mayor parte de eso se debe a que el historial de seguridad está mejorando en el resto del país en lugar de que volar en Alaska se vuelva más peligroso.

El progreso tecnológico, las regulaciones federales y la profesionalización del sector aéreo han mejorado la seguridad de forma notable en casi todos los estados, pero en Alaska esas mejoras se han visto limitadas por las condiciones geográficas, económicas y climáticas. Así, mientras el resto del país reduce sus accidentes, Alaska mantiene cifras estables o incluso altas. Esta tendencia ha motivado llamados a una intervención federal específica para modernizar la aviación rural en el estado, con más inversión en infraestructura y controles más rigurosos.

Enviamos nuestras más sinceras condolencias a la representante Peltola (D-AKP) y su familia.

Su pérdida resuena no solo en el ámbito político, sino en todo el tejido social de Alaska. Es un recordatorio doloroso de los sacrificios personales que muchas veces acompañan el servicio público en lugares tan extremos, y una llamada de atención a la necesidad urgente de mejorar las condiciones de transporte para garantizar la seguridad de todos sus habitantes.