Las probabilidades de cierre aumentan drásticamente con el fracaso de los republicanos en la Cámara de Representantes
Probabilidades de cierre aumentan por disputa entre republicanos en la Cámara de Representantes.
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Los pasillos del Capitolio volvieron a llenarse de tensión esta semana, mientras los republicanos de la Cámara de Representantes luchaban contrarreloj para elaborar una propuesta viable de gasto a corto plazo.
El objetivo era claro: evitar un inminente cierre del gobierno federal. Sin embargo, lo que parecía una solución terminó siendo el inicio de una nueva crisis.
Se transformó rápidamente en otro capítulo caótico que revela la profunda fragmentación dentro del Partido Republicano y su incapacidad para llegar a consensos incluso entre sus propias filas.

Un proyecto de ley que nace sin futuro
Hasta altas horas del miércoles por la noche, líderes republicanos trabajaron en la redacción de una resolución continua —o “CR”, por sus siglas en inglés— que permitiera mantener financiadas temporalmente las operaciones del gobierno.
Pero según fuentes del Congreso, el contenido de dicha propuesta ya estaba siendo considerado “muerto al llegar” por los senadores, incluyendo a miembros demócratas que la tacharon de inviable desde el principio.
«Ni siquiera creo que llegue al Senado; está muerto al partir», afirmó el senador demócrata Chris Coons, de Delaware.
Su colega Chris Murphy, demócrata por Connecticut, fue aún más directo: “No sé cuánto más podemos explicarle a McCarthy que lo que está analizando no tiene ninguna posibilidad”.
Ambos legisladores se referían a Kevin McCarthy, el presidente de la Cámara de Representantes, quien ha estado en el ojo del huracán.
El fuego amigo dentro del partido
La presión sobre McCarthy no es nueva. Su elección como presidente ya había sido una odisea en sí misma, marcada por múltiples rondas de votación y exigencias extremas por parte de sus compañeros más radicales.
Para lograr la presidencia, McCarthy debió hacer importantes concesiones a estos miembros, quienes ahora parecen decididos a cobrarle cada una de ellas.
“El presidente McCarthy está luchando de hecho por controlar a su grupo parlamentario republicano”, afirmó Coons.
“Tengo cierta simpatía por el hecho de que está tratando con personas que están empeñadas en exigir concesiones tan extremas que el resto de su partido no puede votar por ellas”.
Y es que, en lugar de mostrar unidad frente a la posibilidad de un cierre del gobierno —que afectaría a millones de empleados federales, ciudadanos dependientes de programas públicos y al funcionamiento esencial del país.
Incluso los intentos de incluir a los miembros más recalcitrantes en las negociaciones de la nueva resolución terminaron en fracaso.
A pesar de diseñar una estructura que supuestamente los complaciera, los conservadores radicales consideraron que no cumplía con sus expectativas.
“No aprobaremos el proyecto de ley de CR con los votos republicanos”, dijo el representante Matt Gaetz (republicano por Florida), uno de los más férreos opositores a cualquier tipo de compromiso con los demócratas.
¿Una crisis provocada?
Mientras tanto, del otro lado del Congreso, en el Senado, el escepticismo crece. La senadora Elizabeth Warren, demócrata por Massachusetts, fue tajante al sugerir que detrás de la actitud destructiva de los republicanos podría haber un cálculo político.
El representante Jamaal Bowman también denunció lo que calificó como una estrategia de distracción: “Pasamos el tiempo como el meme de Spider-Man, señalándonos unos a otros. Es el juego de la culpa. No estamos resolviendo nada”.
Las acusaciones no son infundadas. Ya en la crisis del techo de la deuda se vio un patrón similar: McCarthy enfrentó un boicot interno por parte del ala derecha del partido tras ceder en las negociaciones con la Casa Blanca.
Desde entonces, parece temer volver a dialogar con los demócratas, a pesar de que muchos analistas coinciden en que esa es la única salida viable.
Un callejón sin salida
Actualmente, todo indica que un cierre del gobierno es no solo probable, sino prácticamente inevitable. La administración ya está tomando medidas preventivas: “Ya hemos ofrecido bonificaciones anticipadas a nuestros trabajadores”, dijo la representante Pramila Jayapal.
El lenguaje utilizado por los legisladores no deja margen para el optimismo. Más que buscar soluciones, parece que muchos se están preparando para lo peor.
El representante Don Bacon, un republicano moderado de Nebraska, resumió la desesperanza general: “Hay 5 o 6 personas que votarán no, pase lo que pase”. Esas pocas personas son las que, de hecho, están paralizando todo el proceso legislativo.
El problema va más allá de una disputa presupuestaria. Lo que está en juego es la credibilidad del Congreso, la estabilidad política del país y la confianza de los ciudadanos en sus instituciones.
¿Y ahora qué?
La pregunta que todos se hacen es: ¿cuánto tiempo durará el cierre y qué condiciones permitirán su resolución?
Según fuentes internas, todo dependerá de cuándo McCarthy esté dispuesto a trabajar con los demócratas para aprobar un paquete de financiamiento sin condiciones inaceptables.
Por ahora, esa posibilidad parece lejana. Reportes recientes sugieren que Matt Gaetz ya tiene redactada una moción para destituir a McCarthy de la presidencia si decide avanzar con ese tipo de acuerdos.
“La Cámara de Representantes y el Senado deberían aprobar las finanzas para mantener abierto el gobierno federal”, insistió Warren. “Pero ahora mismo, un puñado de extremistas republicanos gobiernan el mundo en Washington”.
Impacto nacional e internacional
Más allá del debate interno, un cierre del gobierno tiene implicaciones serias para la imagen de Estados Unidos en el exterior. Los mercados internacionales observan con cautela esta inestabilidad política.
Agencias gubernamentales que supervisan desde la economía hasta la defensa nacional podrían verse afectadas. Las embajadas, los consulados y los organismos multilaterales pierden fuerza operativa, lo que disminuye el liderazgo global de EE.UU.
Asimismo, en el plano doméstico, millones de trabajadores federales quedarán sin salario temporalmente, y servicios como el control aéreo, el procesamiento de visas y beneficios como la Seguridad Social podrían sufrir demoras.
Conclusión
Lo que comenzó como una disputa interna por el presupuesto, ha escalado a una crisis política que pone en jaque no solo el funcionamiento del gobierno federal, sino también la legitimidad de sus líderes.
Mientras Kevin McCarthy camina sobre una cuerda floja, presionado por los extremos de su partido y temeroso de perder su cargo, el país entero se aproxima a un abismo económico y político.
El Congreso de Estados Unidos está atrapado en una lucha de poder que, de no resolverse pronto, terminará pasando una factura muy costosa al pueblo estadounidense.